Una plaza en Viñales

Ese lugar mágico, normalmente en en centro de un pueblo. A la hora de la siesta no debería haber demasiadas personas. Un paseo hasta allí fue como llegar a la luz. El ajiaco previo había hecho su función de quita hambre, quita nervios y relajación abdominal con acumulación de ron. Las noches previas se complicaron.

Ese día hice cola por todo. Para cambiar moneda, para pillar algo de café, para agarrar una tarjeta, incluso para conectarme al mundo. Estoy lleno de paciencia. Nada ocurre. En medio de una llamada de teléfono me saludan 3 personas conocidas en diferentes fases. Aquí no es como en la India. La gente si te conoce no te hace señas de lejos. Se acercan y te dan la mano. Sonrientes. Uno de ellos abrazo incluido. Aun era temprano y hago cola para quitarme la barba. Ya no siento los besos. Y eso no puede ser. Mi barba crea una cola de besos que no llegan.

Antes de llegar a la plaza parada para un saludo. Esa chica ya me paró esa mañana para que entrara en el lugar a tomar un rico desayuno. Nada de ir al bar que fue trabajado para arañar un café o, mucho mejor una cerveza, por la vía rápida.

La plaza. Llena de gente. Un banco libre. Todos pendientes de una pantalla. La de su móvil. Lo entiendo. Yo no miro la mía por dos motivos. Motivo 1 y motivo 2. Por otro lado están poniendo un escenario y el equipo de sonido. Ponen música. Me sorprende la del “Hotel California”. O creo que era esa. Un dedo en laa costillas. Vamos a llevarnos bien. Como más o menos dice una canción “como van a caber tantas sonrisas e incluso risas en un texto?”

Todo el mundo guarda una historia. Llegados a un punto, ya sabía que la mochila de algunos está tan cerrada y cargada que es mejor no tocarla. Si quieren abrirla y descargarla un poco es algo que no me corresponde. La mía está bastante descargada. Y de pronto esa familia de guiris (parece como si yo no lo fuese). Rubia, blanquitos, altos, con niños. El con su porta enanos. Ella con la cámara en mano. Ella sonriente. El con cara de estar hartísimo. Y mientras, risas que eran como rayos en alta mar, que iluminan mucho pero se apagan pronto.

Y así llega el momento del speaker. Esta sordera mía que hace que no entienda una palabra. Aunque hable mi idioma. Niños bailando. Música popular sonando. La gente sigue mirando a sus móviles. Y como nada es perfecto (ni nunca pretendo que lo sea), de salida de la plaza nada ocurre. Ni siquiera hacer una cola para esperar algo. Esto no se si es verdad o es propaganda. Ni siquiera se si ocurrió aunque me acuerde.


Debajo del puente

Llevo un par de semanas escuchando música. Música que nunca pensé que escucharía tanto. Ahora mi cuerpo me pide escuchar. Llevo dos días de coche y ya no pongo las cadenas de noticias o generales. Tampoco las de música. Me resultan últimamente cansinas. Escucho la selección. La música que ha pasado por mi vida. Digo que cada momento vivido, chulo o no, tiene una banda sonora.

Cada canción me recuerda a algo, a alguien, a un momento, a un lugar, o a todas las cosas juntas. Hace una semana me dijeron que aprendiera a cantar… Creo que la música no se mira, se escucha. Bailar se baila cuando sueñas. Sueños de ser libre y los pies te siguen volando, ya sepas hacerlo mejor o peor, o a tu estilo (esto ya me lo dijeron hace 20 años). Y cantar se hace con el corazón.

Un poco de música escuchada te hace volar a algún sitio, y si la cantas, aunque no te sepas la letra, vuelas mucho más. Pero con los pies en el suelo. Un concierto con no más de 50 personas, una mica o mucho de ron cola, primavera, olores de «romero», y muchos saltos.


Insomnio

Como sea aquí estoy. Despierto. Será el jet lag… o serán las tripas. Las tengo encogidas. Una preocupación me agobia pero ya la he resuelto. Está todo bien. La película me hizo saltar los sentimientos. La he visto varias veces y cada vez me emociona más. Hay gente muy mala en el mundo. Pero también las hay muy buenas. Pero mucha. Gente que te sonríe, te acompaña, te cuida el corazón, te deja que le cuentes cosas, y te dejan que se acerquen a conocer. Y hasta dan abrazos reparadores si los necesitas.

Sea como sea, este insomnio ha hecho que escriba. Un poquito otra vez. Estás pensando, recordando? Me pregunta. Estoy sintiendo, respondo. Un camino largo que dura solamente dos segundos, que hace que te des cuenta lo rápido que pasan las cosas buenas. Hubo más caminos. No tan largos y tan chulos. Y también duraron demasiado poco. Estoy cansado que lo bueno venga en frascos pequeños. Necesito una botella de litro. Un traguito es muy pequeño. Necesito una jarra.

No se si estoy más tranquilo, pero si con más sueño. Las palabras son reparadoras. Nunca está de más escucharlas. Aunque a veces con mi sordera no pueda oírlas, y tenga que leerlas.


Lavando el coche

Hoy llego a casa. Después de un duro trabajo de bar. Cansado y con ganas de ducharme y acostarme directamente. Cojo la curva y veo un letrero: «limpiamos el coche por fuera. 5 euros. Por dentro 10 euros». Y me los veo a los tres cubiertos de espuma y agua, riendo. Y se me pasa todo.

Recuerdo cuando mi padre me endiñaba 20 duros por lavarle el coche. También me acordé en el bar haciendo un revuelto de aquella vez que me atreví a pedir uno con gambas. El mejor que he probado. Y me acordé de él cuando el otro día a Arun le picó una avispa y sin dudarlo le chupé la herida hasta que salió sangre, como él haría. La lengua se me quedó parcialmente dormida del veneno. Y los brothers riendo y pidiendo que siguiera chupando y les enseñara la sangre en la boca…

También me trajo a la memoria cuando nos medía con una escuadra en la pared, y la Chipis ya no es tan chipis y se me encogen las tripas hasta que lloro por dentro. De alegría. Y ver que aliña el pollo como le he enseñado. Y que me busca porque no es rencorosa, aunque no se le olvida nada. Yo antes era así, y me jode haber cambiado con la edad.

No quiero aprender más, y no quiero tener más experiencias que hagan que cambie la persona que he sido siempre. No quiero conocer a más personas que me maltraten tanto el corazón y el sentimiento, que hacen que cambie mi manera de comunicarme con la gente.

Cuando llegué, me duché, y ya estaban peleando. Todo estaba en su sitio. Un poco de cal y otra de arena. Así debe ser. Termino de lavarme los dientes antes de dormir y me dice «papi, por qué te quiero tanto?».


Nadar bien

Hoy me levanté regulero. Para qué voy a negarlo? La comida de ayer noche a la 1.30 de la mañana me pasó factura. Ni he querido desayunar!!!

Me fui directamente a la piscina. Pero hasta las 11 no podía entrar. Anduve hasta el parque y empezó a entrarme hambre. Volví al cabo de un rato a la piscina. La chica me pidió los datos y decía que no le aparecía. Vengo dos o tres veces al año y cada vez ocurre lo mismo. Cuando relleno el formulario y comienza a meter las 3 primeras letras… efectivamente, ya estaba registrado.

Entro y el socorrista me dice «good morning dude». Después cambiaría a «mate», y finalmente despedirse con un «see you soon my friend».

Me enorgullecen pocas cosas que hago. Se hasta donde llego y soy el primer crítico. Entre estas cosas el asunto de natación. Hoy me he sentido orgulloso. Me costó mucho aprender (siempre pude hacerlo mejor). Las palabras de quién me enseñó, en un campeonato de España en Palma de Mallorca fueron: «Samu, no puedes seguir nadando así de mal». Suficiente para ponerme a sus órdenes. Hace no mucho, ya con más de 40 años, le dije a un compi de competiciones: «cada vez voy a nadar más lento, pero me niego a nadar peor por ir más rápido».

Hoy, un tipo que no habla mi idioma, que me acaba de conocer, y que no tiene por qué hacer comentario alguno me dice: «Nadas muy bien a crol. A pocos he visto nadar como tu. Me encanta ver como vas deslizando por el agua»

Este domingo no sé cómo nadaré. Lo que está claro es que, a menos que de me rompan los hombros, intentaré nadar tan bien como se.


Sevilla y su Semana Santa

En verdad hace ya unos años que no me meto en una bulla. No solo eso, sino que aprovecho esta semana para largarme a otro sitio. Y sin embargo no puedo decir que no me guste. Que no me emocione algunas cosas que ocurren en las bullas.

No creo que la Semana Santa de Sevilla sea actualmente un lugar donde los católicos den rienda suelta a su fe. Los habrá que si. Pero si las iglesias están cada vez más vacías, como es posible las miles de personas que andan por las calles cada día a ver un Cristo y una Virgen?? Creo que la mayoría es tradición, entre otras cosas.

Mi padre no pisaba un templo ni por equivocación, y sin embargo, allí estaba de chaqueta de lino blanca, en la plaza del Altozano, el viernes por la mañana, para recibir de vuelta de su paseo por Sevilla a su Trianera.

Con mi vespino aparcado en el Tardón, quedábamos normalmente en San Martín de Porres. La Estrella en el puente, la Candelaria en los Jardines de Murillo, los Estudiantes entrando en el rectorado, el Museo de vuelta por el ayuntamiento, San Benito en la Plaza del Duque, la Amargura en la calle Laraña, el Valle en San Pedro, Los Panaderos (como pueden pasar por esa esquina??), el Baratillo en el Arco del Postigo tocando «gitano», la Macarena en un balcón de la calle Feria, el Señor de Sevilla en la Gavidia, el Calvario en la Plaza del Triunfo con una chica rubia que no conocía de nada mientras esperábamos a la pandilla y a un beso que nunca llegó, el Silencio en su salida, el Manué en Orfila y la Trianera en la Magdalena. Pedro del Toro en un Balcón, el Cachorro lastimado de muerte en Triana. Santa Genoveva en el parque y las Cigarreras con su música. Las bolas de cera, las sillas en la Catedral que mi madre nos llevaba de pequeños y el «nazareno dame un caramelo».

San Gonzalo. En la salida. En la entrada. Por el camino. Y Jesús en Mairena del Alcor el viernes por la mañana, llevando la cruz. El pescaito frito de mi abuela, y mi abuelo en la taberna. Y me sigue emocionando el toque de corneta a la salida del cualquier templo.

 


Socorrismo

Trabajar de socorrista en una piscina, donde la asistencia media por hora en las mañanas es de 5-6 personas, puede llegar a ser un trabajo bastante aburrido, por no usar un adjetivo más interesante.

Pero en todos esos minutos, que corren a una velocidad diferente al minuto de cuando estás entretenido, también ocurren cosas e historias interesantes.

El cubano matemático que quiere mejorar sus tiempos haciendo series de 500 metros. Por desgracia nada muy mal. Pero le pone voluntad y viene todos los días. A veces hasta 2. Y no le molesta que le diga que las matemáticas que se dan en los colegios e institutos son poco prácticas. Al revés. Me da la razón. Con un «pero». Sirve para activar partes del cerebro. Si a mi se me activó en algún momento, mi cerebro decidió desactivarse unilateralmente.

La monitora de aquagym que se le ve activa y dinámica. Aunque la música me está poniendo de los nervios. «Sopa de caracol» no ha hecho más que daño en mis oídos. Pero las participantes al mismo están encantadas: «si no viniera yo tampoco. Es la mejor y pa comérsela».

Al fin la música para y hay cursillos. 4 personas. 2 de ellas se chocan siempre llegando a la pared. Las separamos para que la sangre no llegue al bordillo. Yo estoy in charge. Le doy una calle más.

Alineo los cartelitos de las calles. Queda superchulo. Y hago una foto por debajo de ellos. No hay nadie en el agua. Lanzo pelotas a la pared de diferentes formas.

Aparece una silla de ruedas y una señora detrás. Me piden la llave de la silla hidráulica y que la tiene el de mantenimiento. Es parapléjico y conduce una silla con motor. Desde hace dos años vienen cada día. Han pasado por toda clase de estados psicológicos. Su niña pequeña, su mujer, el accidente. Su madre rompe a llorar y le doy un abrazo. Se ponen a nadar.

Está embarazada y me pide una tabla. Le doy múltiples ejercicios y durante 40 minutos solo hace el «caballito» con un churro. El de la rodilla operada tampoco hace mucho más pero al menos nada. Sale contento con la rodilla más ancha que su muslo. Dice que ahora va a la tortura del fisioterapeuta…

Uno me pregunta que por qué no avanza cuando mueve los pies a espalda. Le digo que si a crol no moviera los brazos tampoco avanzaba. De hecho, los mueve tan mal que va en sentido contrario. Dice que ya aprenderá. Es decir, se la sopla. Entre todo esto, a Manolo le han robao el dinero. Le digo que se busque bien. Que eso no es posible. El mete el dinero y la cartera al fondo de los zapatos con el calcetín delante. No puede ser. Algo ocurre. Llamamos a su mujer a casa. Llamamos a su hija al móvil. Llamamos a su mujer al móvil. «Cariño, mírate en el bolsillo de la camisa». Me encanta ese momento en el que encuentras algo que das por perdido.

Y llega la pareja. Entre los dos suman más de 160 años. El llega fit fit fit. Y ella llega asfixiada de subir las escaleras del vestuario a la piscina pero con una sonrisa tan grande que parece que se han encendido todos los focos de la piscina. «Niño, yo me hago to los días 1000 metros. 40 largos. Pero tardo una hora». Le digo: «Señora, no querrá usted batir mi récord de velocidad no?». Se ríe y me da una colleja entre la cara y el pescuezo.

Ya es la hora!!!


Oasis en el Watershed

«Don’t look back in anger I heard you say»

Allá abajo, sobre la una de la mañana. El río, sus barcas, sus borrachuzos. Un saxofón tocando la canción, y todos cantando el estribillo a la vez. Mágico.

Buen paseo, buen reciclado mental y sensorial. Las calles estaban donde siempre. Y llegué donde siempre. O casi siempre. El asunto es que soy un poco tosco y rudo haciendo y diciendo las cosas. O he aprendido, o me he hecho así.

El museo y sus cuadros, el partido de fútbol, el kebab en las escaleras, el café con bizcocho, el desayuno con bacon y huevos revueltos, los pubs con cervezas, los pubs con conversaciones, los pubs con risas, el fish and chips y la explicación del shish kebab, el indio en la estatua de la catedral, la bola de cristal, la hamburguesa en el barco, la foto en el mercado antiguo, la comisión en el puto banco, la cena en un italiano, la supuración y el mastín, el té mañanero, la natación en la piscina de la universidad, el «yo no me conozco la ciudad y no voy a bajar», la escalada en hora récord, el paseo por Clifton, los borrachuzos en el centro, las tipejas que meaban en plena calle, el autobús atascado en medio de la cuesta, el puente con candados, la galería de arte, la amistad, los abrazos…


La orilla del desengaño

«You’ve got friends you can trust»

Son el cabo salvador para el náufrago. El oasis en el desierto. Son la comida del hambriento. En la noche más lúgubre y cerrada, son esas mágicas luciérnagas que te muestran el camino, evitando así que caigas por los abismos de la soledad y la desesperación. También son las notas alegres de música en el festejo. Son ese plato que ameniza la espera. El vino que levanta los ánimos de tu alma y te enseña la diversión y los buenos momentos compartidos. Desde la orilla, por fin conseguida del mar del desengaño,  yo les aplaudo y ante ellos me postro. Ellos son, ni más ni menos, que mis amigos.

15 de junio de 2001.


Adoctrinamiento

ADOCTRINAR. Según la R.A.E. «inculcar a alguien determinadas ideas o creencias».

Esta mañana, igual que otras muchas, desde hace ya demasiado tiempo, leo en la prensa el asunto de mi querida Cataluña. Y cada día me siento más incómodo, y no doy crédito a lo que está ocurriendo, y cómo TODOS estamos dejando que esté pasando. Tanto los ciudadanos de allí, como los de aquí.

Supongo que los de allí, y los de aquí, que no comulgan con todo esto, se sienten bastante seguros y cómodos, ya que no hacen nada. La historia demuestra que las cosas pasan por lo que pasan, y normalmente es por la pasividad y el pasotismo de la gente, hasta que la mierda llega al cuello y entonces reaccionan. Mal y tarde.

Creo que todo el mundo tiene derecho a decidir su futuro. Que hay que votar. Pero conforme a la ley. Si el que quiere votar por narices se lo salta a piola, ¿Qué garantías le va a dar al pueblo de que no se va a saltar otras leyes más? Otros se niegan a sentarse a hablar para que esto ocurra. Y otros con su ambigüedad, ni hacen una cosa, ni otra. Esperan que se «maten» entre ellos para tomar el poder…

A todo esto, pienso, ya que he pasado bastantes horas en Cataluña, e incluso he vivido durante un período de tiempo, suficiente para verlo, vivirlo y sentirlo, que de un modo u otro, allí también adoctrinan a sus ciudadanos.

Nos preguntamos cómo es posible que una persona sea capaz de matar en nombre de un Dios. Nos preguntamos cómo alguien puede realizar este tipo de actos, con tanta frialdad. Esta gente están adoctrinados, desde su infancia, o poco a poco. Es lo que han vivido, es la educación que les han dado, y no lo ven ni bien ni mal. Es lo que tienen que hacer.

En Cataluña, igual que en el resto de España, desde que nacemos y vamos a las escuelas, vemos la tele, escuchamos la radio, leemos el diario, vamos a espectáculos deportivos, etc., nos adoctrinan para lo que ellos quieren. En nuestro caso, no nos adoctrinan para matar. Pero si para otro montón de cosas. Entre esas cosas, la de odiar al vecino por no tener sus mismas ideas. Y como buen adoctrinamiento, no lo ven de ninguna manera. Solamente hacen lo que tienen que hacer y lo que se les dice.

HEY TEACHERS LEAVE THOSE KIDS ALONE